ENTRENAR CON NIÑOS



El programa "Entrenar con niños" está dedicado al estudio del entrenamiento deportivo con niños y niñas del juego de pelota encausado al Squash, dicho estudio se irá enriqueciendo cada vez más con aspectos teóricos y prácticos, recogiendo las experiencias cotidianas en las clases, clínicas, competencias y entrenamientos de la especialidad que se publicarán en este espacio aumentando cada vez la calidad del mismo. Requiero de los amables lectores  su aportación en los comentarios que siempre serán bienvenidos.
Prefacio
En el Squash moderno los niños van cobrando mayor importancia en su juego, este cada vez más se parece al de los adultos, los dirigentes, entrenadores y padres parecen estar de acuerdo en que los niños se comporten como adultos, “acelerando el proceso de desarrollo” comportándose el niño en la cancha como un verdadero adulto y aunque todavía les falta más conocimiento de la técnica, la táctica y las reglas del juego, por su condición de jóvenes y sus habilidades innatas como quiera que sea se defienden hasta cierto punto. "Pegar fuerte es lo que importa", falta creatividad y en algunos casos también hay una cierta agresividad in consiente que hace que la competencia deje de ser lúdica.


En el Squash no solamente existe un gran vacío en el estudio de la adaptación, sino también en la metodología a utilizar. Muchos creen válido trasplantar simplemente los métodos, las cargas, los volúmenes y las intensidades que se aplican en el adulto al niño, disminuyendo algo de su contenido y también en las competencias. Pero no debe ser así. Hay que aplicar cargas (ejercicios) que consigan una sobrecompensación progresiva que no afecte negativamente el proceso de maduración del niño.

Por lo que debemos tratar el tema desde diferentes puntos de vista y con especial atención el psicopedagógico.

Quisiera hacer hincapié en que esto no es una crítica ni mucho menos un desacato. Soy el primero en atender con respeto y celeridad las directrices de mis superiores ateniéndome ellas, únicamente deseo estar a la vanguardia en los conocimientos, en los procesos que deben llevarse a cabo de forma lenta y progresiva, hasta la etapa en que hay que conseguir el máximo rendimiento deportivo en los ya adolecentes.

Es por esto que presento aquí con todo respeto el programa llamado “Entrenar con niños” el cual en lo personal me servirá como una guía para continuar con el trabajo con niños incluyendo este en las competencias.

Ojalá pudiéramos unificar criterios y darles la atención que merecen nuestros niños en este bonito juego como es el “ Squash ”.

El deporte no sólo es un campo de actividades de tiempo libre, sino también un ámbito que desarrolla de forma objetivada la personalidad . Como ocurre a todos los niveles de la vida humana se desarrollan durante la infancia las primeras tendencias a determinados comportamientos, concentrándose luego en intereses que durante la adolescencia se pueden convertir en categorías de valor decisivas para la vida futura. A estas también pertenece el deporte.

Por este medio me dirijo a los padres, entrenadores y monitores que tienen que ver de alguna manera con el Squash. Para revisar juntos las  cuestiones de carga, adaptación a los niños y rendimientos exigidos encausados al juego de Squash.

A base de conocimientos científicos queremos dar sobre todo argumentos que ayuden a clarificar los problemas que van surgiendo en el devenir de la enseñanza consiguiendo una mayor seguridad en nuestra actuación.

El entrenamiento con niños debe ser dinámico, no debe suprimir las necesidades del niño ni apartar las exigencias de un desarrollo sistematizado.

El programa se concibe con principios de desarrollo psicológico, referentes al niño, para contrastarlos con los principios del entrenamiento referentes al deporte, en ellos se considera especialmente el enfoque del desarrollo del rendimiento deportivo.

A través de ejemplos prácticos este programa tratará de clarificar los principios de la adaptación del niño al juego de pelota con raqueta.

Antes, hagámonos unas preguntas a manera de reflexión:
¿ Es el Squash conveniente para la salud física y psíquica de los niños ¿

¿ No se ejerce demasiada presión hacia los niños para ganar?

¿ Es conveniente que sólo aprendan a jugar Squash ¿

¿ Será conveniente que los niños tengan un programa multifacético para su desarrollo general, paralelamente con el aprendizaje del juego de pelota encausado al juego de Squash?

¿ Hasta que punto debémos aprovechar las ventajas que ofrece un lugar como Sportium para diversificar el aprendizaje deportivo de los niños?

Estas y muchas otras preguntas debémos analizar antes de poner a entrenar a nuestros niños.



PROGRAMA

Psicodinámica


El aprendizaje gira alrededor del Juego, el Movimiento y la Competencia:


- El Juego (ludus), es un acto voluntario no obligatorio pues de ser así, deja de ser juego, por lo que no debe haber coacción. Es desinteresado donde al margen de lo habitual surge y se desenvuelve sin ninguna utilidad no encerrando satisfacción consciente de ninguna necesidad, no es la vida común y ordinaria; es un modo de aislarse en un ámbito de actividad con orientación propia. El Juego es una incógnita del tiempo que secciona la realidad, es como vivir fuera de la vida común, en un mundo impenetrable, esotérico, en el que se destacan unas reglas, una lógica y una dedicación. La limitación del juego en el espacio es más exacta que la temporal, sea materialmente, o con la imaginación. El empeño inconsciente de los que juegan es en el sentido de tornar su mundo ficticio independiente de los demás encontrando en esa delimitación espacial un poderoso aliado. Las reglas más o menos explicitas, la lógica que de ellas resulta, crean un orden absoluto.

En ningún otro lugar como aquí cabe destacar otro indicio que eleva el juego a la más excelsa categoría como fenómeno vital: el juego trae implícita la creación estética, porque se basa en el ritmo. En el juego encontramos los elementos y los efectos constitutivos de la belleza: equilibrio, compensación, contraste, relieve, variedad, unión, desunión. En el juego se suman dos de las condiciones más notables que el hombre puede observar en las cosas y expresar: ritmo y armonía.

Pitágoras, uno de los filósofos presocráticos, creía haber encontrado el principio esencial de todas las cosas en un elemento nuevo: el ritmo. Hizo coincidir el ritmo con el número y organizó esa categoría.

El juego está repleto de ritmo. Une y desune, un vaivén de contraste y armonía. Una frase se ha hecho proverbial: “Hay tres cosas que nunca cansan: ver correr el agua, contemplar las estrellas y ver jugar a los niños”. Agua y estrellas, eternos símbolos de simplicidad, de lo primario y de lo grandioso, simultáneamente, exactamente por ser primitivo, ingenuo y puro. A la misma altura y nivel del agua y las estrellas se encuentra el juego: simple, ingenuo, arcaico, casi eterno.

Otra característica del juego es su semejanza con la fantasía (en el niño el juego es la fantasía misma). Y como tal constituye una forma de expresión y expansión de la personalidad.

En el niño, el juego desempeña papeles variados, como demostración de aproximación e identificación con el adulto, de relación ilusoria con la realidad; además, el niño encuentra en el juego una fuga que le permite una confrontación paradójica con el mundo. Se cree libre y no queda frustrado por el contacto con el medio; crea una situación imaginaria que enfrenta altivamente y domina, ayudándose así a soportar y superar la ansiedad de una situación existencial (Antonelli).

- El Movimiento


Al hablar de movimiento en el deporte, estamos tratando la fenomenología del automatismo motor y del sistema neuropsíquico.

Para conocer la perfección del movimiento del atleta, asunto íntimamente ligado al desarrollo de la motricidad, se debe tener en cuenta el proceso de evolución del aprendizaje y de la habilidad motriz en los seres humanos o en la serie animal. Norman Munn estudia ambos aspectos, con mucha ciencia y claridad, en su The evolution and grrowth of human behavior. Las consideraciones allí desarrolladas sobre los problemas de locomoción y maduración son elocuentes para que comprendamos las raíces del movimiento en el atleta.

La combinación del neuropsiquismo con la motricidad es lo que da la medida del patrón de rendimiento del deportista, dado que no se puede separar la agilidad motriz del sistema de reflejos y deflejos nerviosos; ambos elementos constituyen en conjunto, el mayor o menor vigor del movimiento del atleta. Sobre todo si queremos establecer la exactitud del binomio músculos-reflejos, debemos introducir la percepción y la capacidad organizadora de la vida mental del atleta.

Sin hacer muchas más consideraciones teóricas diremos que; El movimiento es un elemento vivo de la personalidad y el atleta debe mostrar el grado de interés y capacidad hacia una motivación que signifique una formación psicológica y formativa, que no se torne en una mera repetición motora sino que tenga también una participación afectiva con componentes de virtuosismo, razonable y de integración del esquema a las disponibilidades motrices. El progresivo perfeccionamiento del aparato locomotor del atleta dará mayor autonomía y eficacia. La idea de movimiento implica pues, pensamiento y acción; en términos populares diremos que “el entrenamiento y la garra están dirigidos por la razón”. Así es como se constituye la técnica. La automatización creará el estilo del deportista.

Sin embargo el atleta no sólo cerebro, nervios y motricidad; es principalmente sensibilidad y emoción; así pues, cuanto mayor sea el control emocional, más perfecta será la coordinación de la vida sensorial, neurológica y motriz. De este conjunto, de esta combinación fisiológica de nervios, reflejos y músculos, más los motivos psíquicos, nació una palabra moderna en psicología:

La Psicomotricidad.

Canestrari establece tres atributos esenciales de la psicomotricidad:

a) Psicomotricidad expresiva, es decir, el movimiento que surge de la tensión y los motivos interiores del individuo y que lo revela.

b) Psicomotricidad ejecutiva, es decir, la actividad motriz estructurada como acción externa, dirigida intencionalmente (también puede ser automatizada) hacia un fin exterior por alcanzar.

c) Psicomotricidad impresiva, es decir, actividad motora “vista” interiormente bajo las formas de impresiones subjetivas más variadas.

De Lisi distingue cuatro variedades de constitución motora, dos cuantitativas y dos cualitativas:

1. Basada en la mezcla de fuerza, la energía, la duración y en el mayor o menor debilitamiento de los impulsos motores: Fuerte, audaz, vigoroso, resistente (resistencia a los trabajos duros y pesados, a acciones instintivas como la marcha, etc.): Débil, endeble, flojo, propenso al agotamiento;

2. Basada en la rapidez de traducción de los impulsos en actos y en la rapidez del desarrollo de todos los procesos motores (conscientes e inconscientes, voluntarios y automáticos, tónico-reflexivos):

Veloz, rápido, ligero, solícito, pronto;

Lento, tardío, poco hábil;

3. Basada en la capacidad de aprehensión y de concepción de la fórmula de movimiento y la facultad de ejecución y automatización de los movimientos intencionales:

Hábil, diestro, preciso, exacto (calidad de tiempo, ritmo. Dirección, continuidad y homogeneidad de movimiento, facultad de inhibición, etc.).

Inhábil, desmañado, impreciso;

4. Basada en la distribución de los impulsos, la regularidad del tiempo y del ritmo de los movimientos, del andar, del desarrollo de los procesos motores tónico-reflexivos, automáticos, expresivos, la riqueza de movimientos asociados, etc.: acciones motrices, principalmente instintivas, inconscientes, reflexivas y automáticas:

Ágil, rápido, ligero, flexible, elástico, elegante, gracioso, equilibrado, expresivo, etc.;

Pesado, duro, rígido, anguloso, torpe, sin gracia, desequilibrado, inexpresivo.

De Lisi, basándose en su propio sistema, agrupó a los individuos en cuatro tipos:

1. Individuo fuerte, rápido, hábil, ágil

Es el atleta liviano, el operario manual óptimo y versátil, en fin, el sujeto de motricidad evolucionada y armoniosa.

2. Individuo fuerte, lento, inhábil, pesado

Es el atleta pesado, el obrero adecuado para trabajos duros que exige resistencia, el sujeto con tiempos de reacción demorada; la reacción tónica prevalece sobre la acción automática.

3. Individuo débil, rápido, hábil, ágil

Es el atleta liviano que no se agota, el operario que se adapta a trabajos minuciosos pero de poca fuerza y resistencia, el sujeto de motilidad un tanto desarmónica, pero evolucionado en los componentes psicomotores al servicio de las facultades intelectuales.

4. Individuo débil, lento, inhábil, torpe

Es el tipo que no se adapta a los ejercicios gimnásticos, ni a los deportes o los trabajos manuales; sujeto de motilidad desarmónica e ineficaz.

Evidentemente, pueden hacerse otras clasificaciones, dentro de los valores y variaciones estipulados por De Lisi. Para cada deporte, se puede clasificar un tipo de atletas con las variaciones presentadas y, en un mismo deporte, en aquellos que exigen varios atletas con funciones diversas (por ejemplo, el ataque y la defensa en el fútbol), la clasificación puede hacerse conforme a la posición en que actúa el deportista.

De Lisi distingue la motricidad congénita instructiva (que comprende los reflejos y los automatismos motores, heredados para la instrumentación anatómica y funcional de la especie) y la adquirida (que comprende los actos plasmables, más plásticos, en función de una actividad psíquica que se desarrolla a través de procesos de selección y se transforma en automatización de hábitos).

La estructura motriz se usa de acuerdo con las exigencias psicológicas y

conforme al acondicionamiento neurológico, pues el movimiento, ya sea intencional o involuntario, parte de una premisa neurológica que reúne fuerza, energía, ritmo, duración, coordinación, etc. (Antonelli).

Diremos unas palabras sobre la agilidad; por ella se ha de entender el juicio sintético de una situación motora estética y funcional. La agilidad presupone la eficiencia de toda la motricidad; comprende además la energía, el ritmo, la celeridad y la precisión.

En síntesis: La agilidad expresa la plasticidad dinámica de la biología motora; es la relación íntima y no mensurable entre forma, masa y movimiento, entre estética y eficacia. (Antonelli).


Agonística

Respecto a la palabra agonística, es menester elaborar una detallada explicación, puesto que constituye la esencia misma de la intervención de la psicología en la actividad deportiva. Es el factor insustituible en el deporte.

El término agonística nos parece más apropiado y más expresivo que las palabras lucha o competencia. Lo que se quiere definir como agonística es todo impulso psicológico de luchar, toda agresividad competitiva inconsciente.
Con la palabra agonística definimos el sentido catártico, la eliminación psicológica de una tensión a través del embate con el adversario. Es el acervo o suma, casi se podría decir un síndrome psicológico que creando la necesidad de luchar, sólo encuentra satisfacción en la porfía atlética. Sublimación de impulsos primitivos, evasión de componentes arcaicos, canalización de la agresividad, son otros sinónimos, otras formas de decir lo mismo, o más bien, todos juntos constituyen, en síntesis la agonística.

Digamos de paso que la palabra fue amplia y exhaustivamente empleada en el I Congreso Internacional de Psicología del Deporte, Realizado en Roma entre el 20 y el 25 de abril de 1965, sobre todo por el grupo italiano de psicólogos y psicoterapeutas, al frente del cual se hallaba el brillante Profesor Ferruccio Antonelli, cuyo nombre aparecerá muchas veces en esta obra.

Nuestra lengua, con su riqueza y su admirable plasticidad, tiene en sus diccionarios la palabra agonística, traducción de “agonismo”, ambas oriundas del mismo clima psicosocial de la antigua Grecia.

Es en efecto en la patria de los helenos donde vamos a encontrar el origen de la expresión, allí donde Agon quiere decir lucha.

Agones eran los juegos públicos (existían los agones capitolinos, instituídos por Diocleciano; los de Adriano, celebrados en Atenas, los Agones isolásticos con entrada solemne del vencedor por una brecha en los muros de su ciudad; los agones actiacos, fiestas instituidas por Augusto en memoria de la batalla de Actium). Agon era, entre los antiguos griegos, el genio protector de los juegos púbicos. Agonista (del griego agonistes, combatiente) era el nombre dado por los helenos a aquel que participaba en concursos, fuese atleta, combatiente, abogado o actor de teatro. Evidentemente, de la misma etimología tenemos agonía, antagonismo, protagonista, etc.

Desde la más tierna edad comienza la confrontación o competencia del ser humano con su semejante. Esas experiencias competitivas se hacen con tal tenacidad y producen tanto placer al victorioso que no sería exagerado atribuirles un sentido de exigencia natural. “En esa espontánea necesidad de medirse con el prójimo se identifica el espíritu agonístico, típico elemento de la personalidad humana. En la base del comportamiento agonístico, hay un sentimiento de insuficiencia vital, es decir el sentimiento de no estar a la altura de la situación y de sentirse incapaz de dominar el ambiente”
(Antonelli)

Queda pues bien clara la explicación del concepto de agonística, la idea del mecanismo de compensación, la búsqueda de un certificado de valor; es el afán de victoria y de lucha que emana de capas profundas de la personalidad; evidentemente, la lucha aun sin victoria, será agradable, siempre que el élan de victoria sea el impulso inicial. Implícita está la idea de que sin contienda no hay deporte.
La agonística por consiguiente, tiene una función catártica y eso también es fundamental para explicarla; por esta razón la palabra agonística define, mejor que competencia, la actividad deportiva, es el mejor medio expresivo para definir la descarga de energía en una demostración de excelencia.
La agonística no es sólo lucha, es amor a la lucha, es la saludable liberación de una sobrecarga agresiva; es, por lo tanto, más que lucha o competencia porque esas dos palabras no encierran el componente psicológico y no tienen por ende implicación catártica.
Y la catarsis contamina al espectador, como en el teatro; por otra parte , pocos espectáculos deportivos de hoy, gracias a la identificación del espectador con el atleta o con el equipo.

Los elementos de la agonística
Agresividad

No hay duda, la mayoría de los psicoterapeutas y psicólogos de todas las corrientes saben que, hay una poderosa influencia de fuerzas no conscientes que actúan en la competencia deportiva:

Pocas actividades requieren una participación total del ego como la del atleta, tal vez porque en él, una fuerza irracional, normalmente destructora como la agresividad, desempeña un papel dominante.

Según los biólogos, la agresividad es la propensión a atacar a otro de la misma especie, o de otra diferente. Está ligada al instinto de conservación y da cuerpo a la llamada lucha del más fuerte; es el comportamiento cotidiano de los animales en su lucha por el espacio y por llenar otras necesidades.

La agresión es innata y adquirida. Depende del enervamiento de la irritabilidad, de las glándulas, del ritmo con que el cerebro reacciona eléctricamente, pero puede ser ejercitada, condicionada y aumentada por sustancias químicas. Un animal feroz puede amansarse, y hasta domesticarse, si es criado desde muy pequeño en condiciones especiales; por el contrario, el niño a quien se permiten todos los abusos, desobediencias y ataques, concluye en el individuo antisocial, inconveniente, insoportable y hasta peligroso, puesto que las victorias fáciles refuerzan la tendencia a la combatividad egoísta y vanidosa.

El hombre es relativamente combativo; así un pequeño estímulo basta para desencadenar sus fuerzas agresivas. La agresividad varía con el sexo y con la edad.

Desde el punto de vista cultural, la agresividad ofrece observaciones curiosas: basta comparar la civilización romana con la hebraica, en la época del nacimiento de Jesucristo. Los estudios de Margaret mead en Polinesia son definitivos. Y si fuésemos a hablar de naciones y pueblos del siglo XX, hallaríamos ejemplos válidos y valiosos.

En la raíz de los comportamientos agresivos están los motivos psicológicos; figuran entre los más citados la frustración y el miedo. (¿Qué es la guerra, en sentido estricto, sino el temor de ser dominado por aquel a quién se ataca?). Entre los motivos psicológicos también se da la agresividad sublime y magnífica: lealtad a un valor, a un ideal, a un hombre, a la patria, aun equipo, aun club, a la necesidad de eliminar los tiranos y la tiranía.

La agresión se caracteriza como uno de los factores de conflicto en nuestra sociedad y en nuestra tradición y se ha originado una ambivalencia con respecto a ella: la sociedad la admira y la estimula, principalmente cuando se disfraza de iniciativa creadora, pero también la condena y la repudia.

El éxito en casi todas las competencias deportivas exige una actitud y un comportamiento de alto nivel agresivo. No sorprende, pues que en la dinámica de la agonística esté incluido el sentimiento de culpa, dado que la agresión y culpabilidad están siempre juntas. Evidentemente, el sentimiento de culpa se dará con mayor frecuencia y profundidad en aquellos atletas que descargan con mayor vigor e intensidad su carga agresiva.

Hay muchos ejemplos conocidos de agresión en el deporte, que comprueban frecuentes cargas agresivas y auto agresivas compensadas secundariamente. De todos modos el impulso agresivo difícilmente deja de ser ambivalente, es decir, trae siempre dentro de sí una carga he tero dirigida y otra auto dirigida o sea una agresividad interior. Y como difícilmente existe auto punición sin sentimiento de culpa, tenemos que admitir también este elemento como componente de la dinámica agonística.

La energía auto agresiva es por lo tanto, inherente a todo atleta, una especie de variedad de agresividad y como tal debe ser tenida en cuenta por el psicólogo en el estudio de la personalidad del deportista y en el lance agonal.

Tensión

La necesidad de descargar la energía acumulada es en el atleta, fuente estimulante de actividad creadora.

Como el atleta es un ser extremadamente sensible, cuando no inseguro, se inquieta y se emociona fácilmente; y quien dice carga emocional dice carga muscular o tonicidad vital elevada (James-Lange-M. Washburn. Nina Bull, Mira y López). No sorprende pues, la facilidad con que el atleta vive en estado de tensión o al borde de una situación conflictiva.

Por lo tanto, la necesidad y urgencia de descargar la tensión es un factor estimulante y propulsor de la actividad deportiva; toca al psicólogo al estudiar al atleta, dar el justo valor a las posibles causas de preocupación, capaces de provocar la acumulación tensional.
La tensión, venga de donde viniere, es elemento dinámico y encierra en sí misma la tendencia a la distensión.
Este elemento se encuentra en todas las manifestaciones del juego y de la lucha; tanto en competencias preparatorias donde se procura una victoria indecisa como en el juego de azar, dependiente por entero del acaso o de la suerte, si se quiere, hasta en la solución de un solitario de naipes o de un rompecabezas se percibe esa emoción de la incógnita por resolver, la incertidumbre entre el resultado feliz o desafortunado. Tal emoción emana de la tensión, es decir, de la tendencia a conseguir algo -- una distensión – basada en la probabilidad o la improbabilidad que asume la forma de un esfuerzo que puede ser de especies sumamente variadas.

La tensión no es propiedad exclusiva del juego, se encuentra en numerosas funciones vitales, pero es un elemento constitutivo esencial de la agonística.

La tensión pone a prueba la fuerza del atleta; su fuerza física y moral, su espíritu combativo, su habilidad, su ingenio, su valor, su perseverancia, en definitiva, pone a prueba y revela su carácter. Es por consiguiente un elemento que da al juego cierto contenido ético.

Están también; Sobrecompensación, exhibicionismo, Narcisismo, Super ambición, entre otros

Motivación

En el sentido amplio, podemos decir que, en el deporte, la motivación es la suma de todos los elementos de la agonística.

El estudio de la motivación necesariamente la psicología está presente hasta el punto que los más osados como, Maslow, llegan a poner en duda la teoría de los instintos o por lo menos, a dar otro sentido de la palabra, no se puede omitir tal aspecto para comprender la psicodinámica de la agonística.

Como motivaciones del deportista, podemos destacar:

a) La necesidad de sensaciones, o sea el placer que la actividad lúdica provoca en el ser humano, especie de comportamiento infantil que perdura en el ser humano durante toda la vida; tiene una base emocional denominada hedonística (búsqueda de un placer, una diversión, un regocijo por la capacidad de imaginar y realizar, en suma es la capacidad de creatividad motora que proporciona la sensación de placer, aun cuando no alcance un grado de excelencia). Puede hallarse en un partido de squash, final de la copa del mundo, en un improvisado futbol de playa, etc.

Vienen a propósito aquí las consideraciones de Johann Huizinga (Homo Ludens), en las que clasifica toda la actividad humana, incluso la sagrada, el derecho y la filosofía como fenómenos del juego; en una palabra, para Huizinga, el hombre sería un eterno niño que desempeña todos los trabajos, todos los cometidos, todas las tareas siempre en una búsqueda sin fin de satisfacciones lúdicras.

b) Interés por competir, esto es la manifestación ostensiva de la necesidad de afirmación para obtener estima y reconocimiento, es una prueba de sí mismo que el atleta siente, compulsivamente, como necesidad de realizar. Para él es una forma de verificar la actualización de su potencial; encierra una variedad de actitud de oposición, de embate contra los obstáculos

c) La necesidad de afiliación, de incorporarse al medio social, mediante la demostración de fuerza o de habilidad motora; encierra una actitud cooperativa y no ya oposicionista como ocurre con el interés por competir. En una misma necesidad básica (la de estima, respeto y aprecio), podemos encontrar, en la actividad deportiva, dos tendencias diametralmente opuestas: la de afiliación y la de oposicionismo, esta última, forma disimulada de agresión.

d) La dificultad de afirmación en un nivel superior; es como una causa de motivación para el deporte, toda una serie de búsquedas de sucedáneos para insatisfacciones y fracasos en la vida.

e) El papel del cuerpo como situación motivante, es decir, la actividad deportiva constituye un eficaz medio de esclarecimiento de la función del cuerpo y de la noción de su imagen este es dentro de la psicología, otro relevante aspecto al cual en algunos países se dedican con fervor y tanto se valorizan, en materia de esquema corporal que logran beneficios constructivos y hasta terapéutico, como en los casos de inferioridad física.

f) La independencia económica, posible en los deportes altamente profesionalizados como el futbol, el boxeo, el beisbol, etc.

Sin seguir abundando más en el tema, diremos que la adecuación del término agonística para definir la competencia en el deporte; lucha es solo el aspecto físico del combate, mientras que agonística es el todo y principalmente la motivación psicológica de combatir.

Ya vimos que el deporte comprende tres factores: juego, movimiento y agonística. Hemos destacado el hecho de que esta última constituye la célula viva de la competencia deportiva, el elemento dominante e insustituible en la explicación y caracterización del deporte.

Expondremos los componentes de la agonística, aquellos que constituyen su dinámica.

Agresividad

No hay duda, la mayoría de los psicoterapeutas y psicólogos de todas las corrientes saben que, hay una poderosa influencia de fuerzas no conscientes que actúan en la competencia deportiva:

Pocas actividades requieren una participación total del ego como la del atleta, tal vez porque en él, una fuerza irracional, normalmente destructora como la agresividad, desempeña un papel dominante.

Según los biólogos, la agresividad es la propensión a atacar a otro de la misma especie, o de otra diferente. Está ligada al instinto de conservación y da cuerpo a la llamada lucha del más fuerte; es el comportamiento cotidiano de los animales en su lucha por el espacio y por llenar otras necesidades.

La agresión es innata y adquirida. Depende del enervamiento de la irritabilidad, de las glándulas, del ritmo con que el cerebro reacciona eléctricamente, pero puede ser ejercitada, condicionada y aumentada por sustancias químicas. Un animal feroz puede amansarse, y hasta domesticarse, si es criado desde muy pequeño en condiciones especiales; por el contrario, el niño a quien se permiten todos los abusos, desobediencias y ataques, concluye en el individuo antisocial, inconveniente, insoportable y hasta peligroso, puesto que las victorias fáciles refuerzan la tendencia a la combatividad egoísta y vanidosa.

El hombre es relativamente combativo; así un pequeño estímulo basta para desencadenar sus fuerzas agresivas. La agresividad varía con el sexo y con la edad.

Desde el punto de vista cultural, la agresividad ofrece observaciones curiosas: basta comparar la civilización romana con la hebraica, en la época del nacimiento de Jesucristo. Los estudios de Margaret mead en Polinesia son definitivos. Y si fuésemos a hablar de naciones y pueblos del siglo XX, hallaríamos ejemplos válidos y valiosos.

En la raíz de los comportamientos agresivos están los motivos psicológicos; figuran entre los más citados la frustración y el miedo. (¿Qué es la guerra, en sentido estricto, sino el temor de ser dominado por aquel a quién se ataca?). Entre los motivos psicológicos también se da la agresividad sublime y magnífica: lealtad a un valor, a un ideal, a un hombre, a la patria, aun equipo, aun club, a la necesidad de eliminar los tiranos y la tiranía.

La agresión se caracteriza como uno de los factores de conflicto en nuestra sociedad y en nuestra tradición y se ha originado una ambivalencia con respecto a ella: la sociedad la admira y la estimula, principalmente cuando se disfraza de iniciativa creadora, pero también la condena y la repudia.

El éxito en casi todas las competencias deportivas exige una actitud y un comportamiento de alto nivel agresivo. No sorprende, pues que en la dinámica de la agonística esté incluido el sentimiento de culpa, dado que la agresión y culpabilidad están siempre juntas. Evidentemente, el sentimiento de culpa se dará con mayor frecuencia y profundidad en aquellos atletas que descargan con mayor vigor e intensidad su carga agresiva.

Hay muchos ejemplos conocidos de agresión en el deporte, que comprueban frecuentes cargas agresivas y auto agresivas compensadas secundariamente. De todos modos el impulso agresivo difícilmente deja de ser ambivalente, es decir, trae siempre dentro de sí una carga he tero dirigida y otra auto dirigida o sea una agresividad interior. Y como difícilmente existe auto punición sin sentimiento de culpa, tenemos que admitir también este elemento como componente de la dinámica agonística.

La energía auto agresiva es por lo tanto, inherente a todo atleta, una especie de variedad de agresividad y como tal debe ser tenida en cuenta por el psicólogo en el estudio de la personalidad del deportista y en el lance agonal.

Tensión

La necesidad de descargar la energía acumulada es en el atleta, fuente estimulante de actividad creadora.
Como el atleta es un ser extremadamente sensible, cuando no inseguro, se inquieta y se emociona fácilmente; y quien dice carga emocional dice carga muscular o tonicidad vital elevada (James-Lange-M. Washburn. Nina Bull, Mira y López). No sorprende pues, la facilidad con que el atleta vive en estado de tensión o al borde de una situación conflictiva.

Por lo tanto, la necesidad y urgencia de descargar la tensión es un factor estimulante y propulsor de la actividad deportiva; toca al psicólogo al estudiar al atleta, dar el justo valor a las posibles causas de preocupación, capaces de provocar la acumulación tensional.

La tensión, venga de donde viniere, es elemento dinámico y encierra en sí misma la tendencia a la distensión.

Este elemento se encuentra en todas las manifestaciones del juego y de la lucha; tanto en competencias preparatorias donde se procura una victoria indecisa como en el juego de azar, dependiente por entero del acaso o de la suerte, si se quiere, hasta en la solución de un solitario de naipes o de un rompecabezas se percibe esa emoción de la incógnita por resolver, la incertidumbre entre el resultado feliz o desafortunado. Tal emoción emana de la tensión, es decir, de la tendencia a conseguir algo -- una distensión – basada en la probabilidad o la improbabilidad que asume la forma de un esfuerzo que puede ser de especies sumamente variadas.

La tensión no es propiedad exclusiva del juego, se encuentra en numerosas funciones vitales, pero es un elemento constitutivo esencial de la agonística.

La tensión pone a prueba la fuerza del atleta; su fuerza física y moral, su espíritu combativo, su habilidad, su ingenio, su valor, su perseverancia, en definitiva, pone a prueba y revela su carácter. Es por consiguiente un elemento que da al juego cierto contenido ético.

Están también; Sobrecompensación, exhibicionismo, Narcisismo, Super ambición, entre otros

Motivación

En el sentido amplio, podemos decir que, en el deporte, la motivación es la suma de todos los elementos de la agonística.

El estudio de la motivación necesariamente la psicología está presente hasta el punto que los más osados como, Maslow, llegan a poner en duda la teoría de los instintos o por lo menos, a dar otro sentido de la palabra, no se puede omitir tal aspecto para comprender la psicodinámica de la agonística.

Como motivaciones del deportista, podemos destacar:

a) La necesidad de sensaciones, o sea el placer que la actividad lúdica provoca en el ser humano, especie de comportamiento infantil que perdura en el ser humano durante toda la vida; tiene una base emocional denominada hedonística (búsqueda de un placer, una diversión, un regocijo por la capacidad de imaginar y realizar, en suma es la capacidad de creatividad motora que proporciona la sensación de placer, aun cuando no alcance un grado de excelencia). Puede hallarse en un partido de squash, final de la copa del mundo, en un improvisado futbol de playa, etc.

Vienen a propósito aquí las consideraciones de Johann Huizinga (Homo Ludens), en las que clasifica toda la actividad humana, incluso la sagrada, el derecho y la filosofía como fenómenos del juego; en una palabra, para Huizinga, el hombre sería un eterno niño que desempeña todos los trabajos, todos los cometidos, todas las tareas siempre en una búsqueda sin fin de satisfacciones lúdicras.

b) Interés por competir, esto es la manifestación ostensiva de la necesidad de afirmación para obtener estima y reconocimiento, es una prueba de sí mismo que el atleta siente, compulsivamente, como necesidad de realizar. Para él es una forma de verificar la actualización de su potencial; encierra una variedad de actitud de oposición, de embate contra los obstáculos

c) La necesidad de afiliación, de incorporarse al medio social, mediante la demostración de fuerza o de habilidad motora; encierra una actiyud cooperativa y no ya oposicionista como ocurre con el interés por competir. En una misma necesidad básica (la de estima, respeto y aprecio), podemos encontrar, en la actividad deportiva, dos tendencias diametralmente opuestas: la de afiliación y la de oposicionismo, esta última, forma disimulada de agresión.

d) La dificultad de afirmación en un nivel superior; es como una causa de motivación para el deporte, toda una serie de búsquedas de sucedáneos para insatisfacciones y fracasos en la vida.

e) El papel del cuerpo como situación motivante, es decir, la actividad deportiva constituye un eficaz medio de esclarecimiento de la función del cuerpo y de la noción de su imagen este es dentro de la psicología, otro relevante aspecto al cual en algunos países se dedican con fervor y tanto se valorizan, en materia de esquema corporal que logran beneficios constructivos y hasta terapéutico, como en los casos de inferioridad física.

f) La independencia económica, posible en los deportes altamente profesionalizados como el futbol, el boxeo, el beisbol, etc.

Sin seguir abundando más en el tema, diremos que la adecuación del término agonística para definir la competencia en el deporte; lucha es solo el aspecto físico del combate, mientras que agonística es el todo y principalmente la motivación psicológica de combatir.


El estudio de la Psicodinámica nos ayudará mucho en la comprensión de todos los aspectos psicológicos manifestados en el ser humano despertando el deseo de la comparación entre adultos y niños con relación a:

Las fases evolutivas 

Mientras tanto reiteremos que no debemos trasladar ni apresurarnos en los modelos del deporte para adultos hacia los niños, sin entrar en la necesidad de una adaptación, pero tampoco llegar al movimiento infantil envuelto en una superprotección. Para poder equilibrar la capacidad de rendimiento infantil, es decir, capacidad deportiva tendrán que tomarse en cuenta todos los aspectos biológicos, psicológicos y pedagógicos referentes a la evolución del niño y contrastarlos con los aspectos referentes al deporte. Y como lo hemos dicho a base de conocimientos científicos queremos dar argumentos que ayuden a clarificar nuestras dudas para tener mejores datos y así conseguir una mayor seguridad y un entrenamiento adecuado sin apartar las exigencias de un desarrollo sistematizado.

Para la psicología evolutiva, los conceptos niños e infancia se clasifican en una fase concreta, esta comprende el tiempo entre el nacimiento y el inicio de la madurez sexual.

Orientándose en el sistema escolar, en la integración del proceso laboral y la fecha fijada en relación a las primeras manifestaciones puberales, Kroh determinó, en la primera mitas del siglo 20 la edad de la infancia comprendida entre 0 y 14 años. Dados los fenómenos de avance individual y secular que se manifiestan en múltiples formas, actualmente ya no se puede fijar una fecha exacta para el cambio a la adolescencia.

Es importante decir, que la aceleración del desarrollo físico se caracteriza por la manifestación más temprana de los cambios (dentición, madurez sexual y otros), el retraso de envejecimiento y el incremento de la talla y el peso.

Los fenómenos de este avance no corresponden automáticamente a tendencias de adelantar los hechos en los campos cognitivo (percepción, memoria, pensamiento), emocional y social. Estas aceleraciones físicas pueden contrarrestarse con estancamientos mentales (fenómeno retardado), dificultades en la adaptación emocional, (comportamientos llamativos) y problemas sociales (peligro de toxicomanía). Cualquier diferenciación resulta muy difícil y toda subdivisión ha de resultar errónea ya que no podrá tener en cuenta el caso individual. Seguro que existen jóvenes de 12 años y niños de 15.

Como nivel de orientación en la escuela se establece para 5º y 6º de primaria están los niños de 11 y 12 años, La fase del nivel de orientación para el entrenador se convierte en una ayuda para tomar decisiones en el nivel de aprendizaje deportivo, haciendo la siguiente diferenciación: Niños hasta la edad de 11/12 años y Jóvenes después de los 12 años.

Estamos conscientes de las numerosas diferencias no escalonadas en estas edades, sin embargo las diferencias decisivas se desarrollan en:

- La emancipación social: los niños todavía muy dependientes de los adultos, están bajo las instrucciones de padres, profesores y entrenadores. Los jóvenes buscan la identidad del yo separándose de su casa y de los adultos. Presiones y obligaciones quedan contestadas a menudo por rechazos, agresiones y salidas al campo de acción

- Superación del mundo: A los niños les interesa la conquista expansiva de su entorno, todavía son creyentes sencillos y en relación poco críticos. Los jóvenes viven el mundo a través del propio yo, con sus necesidades, intereses y preferencias.

- Asimilación de informaciones: Por su reducida capacidad crítica, los niños aprenden todavía con menos problemas, de forma acrítica y por ello natural. Los jóvenes dirigen su comportamiento a través de la comprensión de los contextos y los transcursos o bien a través de sus problemas en la unión social. Aprenden por un lado de una forma más intelectual, racional y por otro lado más egocéntrica y emocional.

En el supuesto que el deporte se desarrolla como una sistemática de comportamiento motor – contrariamente al juego – siguiendo determinados modelos preestablecidos, se ha de presuponer una intervención (influencia) pedagógica que tiene como objetivo un incremento claro de dominio, conocimiento, vivencia y acción, ello se puede conseguir esporádicamente durante los primeros años de vida y por ello sólo es factible un entrenamiento deportivo de este tipo en el tiempo después de la madurez escolar. Esta se alcanza según Zielinki (1970), cuando el niño es capaz de dirigir, sus impulsos y su atención, acogerse a tareas impuestas desde fuera y llevarlas a un final triunfal igual que integrarse en la estructura social que es el grupo.


Fig. Curva de crecimiento en las diferentes edades, comparando las alturas de cabeza y ombligo (según Schmidt-Kolmer; Extraído de Bringmann/Reh, 1980,54).

Esta descripción del comportamiento infantil hace evidente la posibilidad pedagógica y obligación
moral entrenando con los niños. Las dificultades para clasificar al niño las encontramos también en
la literatura científico-deportiva (veremos en otro espacio esta literatura). Tabla tomada de;
"Entrenamiento con niños, por Erwin Hahn, 1988 Ediciones Roca, S.A. (planeta)